El agua como fundamento de vida en los pueblos zapotecos del Valle
A pesar de los esfuerzos de preservar la lengua zapoteca (dixsà <zapoteco de Valles, del noroeste medio>) en la población, el desplazamiento de la lengua es muy profundo, en la cabecera municipal apenas se alcanza el 9% de personas hablantes del zapoteco. En general, sólo las personas mayores conservan el zapoteco, pero tienen pocos espacios para su práctica, sobre todo porque en la pandemia se restringieron muchos espacios de convivencia de las personas mayores.
No hablar de la lengua es algo que preocupa cuando se pregunta por la adscripción étnica “yo sería zapoteca, pero ya no aprendí a hablarlo” (entrevista) esto explica que, según datos del INEGI, apenas la mitad de la población de la comunidad se considere así misma indígena. Sin embargo, durante el trabajo de campo fue posible recuperar prácticas, imaginarios y saberes que refieren a referentes propios de la cultura zapoteca del valle.
En el pocito, el nacimiento de agua más importante de la comunidad -por su cercanía al centro de la población y porque todavía hace cuarenta años se visitaba frecuentemente para el lavado y el baño- se recuerda la presencia de una nagual que era guardiana de este lugar. Era fundamental no dañar a este animal, pues su presencia era el corazón de este sitio y garantizaba que el manantial no se secara.
En el pocito salía una víbora grandota, cuando abrieron la zanja estuvo la máquina, ¿usted cree que se murió la muchacha? (Entrevista, junio 2022).
Quienes recuerdan haberla visto destacan que en la culebra era posible observar el rostro de una mujer. Hay relatos diversos sobre dónde vivía esta mujer en su forma humana, pero se recuerda con claridad que cuando entró una máquina al sitio, la mujer falleció sin explicación.
Registro gráfico del relato (Archivo IDAS, 2022)
La presencia de naguales en los valles centrales de Oaxaca remite a entidades zapotecas cuya presencia prevaleció desde tiempos precolombinos. Desde la perspectiva de algunos arqueólogos, las grecas de Mitla son representaciones de la importancia de la culebra de agua dentro de la filosofía y práctica religiosa de las y los zapotecos del valle.
De ahí que los relatos de la presencia de la mujer nahual en el pocito del Tule sean tan importantes. En este relato ubicamos la presencia de una nagual protectora. La nagual del pocito era la encargada de que ese lugar no se secara, por eso era muy importante no lastimar a la culebra que se aparecía. Esta memoria es de suma importancia porque refiere a una creencia precolombina que se mantiene presente en la comunidad. Sigue muy viva la memoria de la que quizá fue la última nagual protectora del agua en este territorio.
El arqueólogo Damián González (2013) explica que las principales funciones de los naguales entre los zapotecos suelen ser las siguientes: “Guardianes de los pueblos; símbolos en los relatos fundamentales -los que relatan el origen; dueños de lugares; reguladores de los recursos (agua, lluvia, cosecha)”. De modo que la memoria sobre esta nagual se asocia directamente a estas funciones y se complementa con otros relatos de algún nagual visto en los campos de cultivo.
Nahual por sembradíoCuando nos remitimos a la afirmación de que hay entidades encargadas de proteger los lugares que ahora solemos nombrar como “recursos naturales” estamos poniendo de manifiesto la prevalencia de elementos simbólicos que remiten a una filosofía comunitaria, en este caso anclada a la cultura zapoteca de los valles centrales, que puede proporcionar claves para la preservación y cuidados bioculturales.
Sobre la serpiente de agua también encontramos lo siguiente:
La serpiente "biliuz", se colocaba un cabello en el agua y poco a poco iba tomando forma, se decía que se hacía en los ojitos de agua. En el Regulín se dice que hay seres sobrenaturales, se dice que hay presencia prehispánica. La gente nativa le tiene respeto a ese lugar (Entrevista, junio 2022).
El Regulín se identifica como uno de los últimos nacimientos de agua que se pueden visitar. La mayoría de las personas con las que se conversó registran visitas a este lugar en el último año. Este sitio mantiene un carácter sagrado para muchas personas.
El Regulín tiene no sé cuántos siglos, siempre ha estado. Mucha gente hasta la fecha se trae agua a sus casas del Regulin. Bendicen el agua y se la toman, dice que se siente uno diferente (Entrevista, junio 2022).
En esta lógica, encontramos en el agua una identidad fundamental de la medicina tradicional de la comunidad. Los ríos y el agua en general se consideran un elemento ritual central en los procesos de curación tradicional. Cuando las y los niños tenían tristeza, una enfermedad que forma parte de la medicina ancestral tradicional, era habitual que sus madres o abuelas los llevaran al río a tirar priedecitas o florecitas. El geranio y las flores silvestres eran las más habituales, se pedía al río que se llevará la tristeza en su corriente.
Mi mamá me llevó al río a curar de tristeza, juntó florecitas de color y me dijo que los aventara al río y también estuve aventando piedrecitas y con eso se me quitó la tristeza (Cartas al agua, dinámica del taller participativo, 23 de junio de 2022).
La tristeza, desde la medicina tradicional zapoteca, es una enfermedad frecuente cuya atención es sumamente importante porque representa afectaciones muy importantes para la salud integral de las personas. Encontramos que las y los niños podían ser curados de tristeza en el río, pero que también las y los adultos podían ser atendidos por curanderas por este motivo.
Para la tristeza una curandera te barría con flores silvestres, Chamizo y con flor Violeta, te barrían y lo tiraban al río para que se llevará el río la tristeza (Entrevista, junio 2022).
Las personas pueden enfermar de tristeza por las pérdidas, era frecuente que esta enfermedad se enfrentara cuando se perdía a un ser querido. Sin embargo, en la memoria de la gente, la migración, que ha sido constante desde mediados del siglo veinte en la región, también tenía como consecuencia que los infantes enfermaran de tristeza.
Cuando me fui al norte, uno de mis hijos se puso muy triste porque él estaba acostumbrado a que yo estuviera en la casa, lo tuvieron que llevar al río a curarlo de tristeza porque ya no quería ni comer (Entrevista, junio de 2022).
Actualmente, las encargadas de transmitir estas formas de curar tradicionales son las abuelas, ellas transmiten a las madres jóvenes como detectar y atender padecimientos que son propios de la cultura zapoteca del valle y que tienen una terapéutica específica. La sobrevivencia de estos conocimientos constituye una resistencia sociocultural fundamental.
Como resultado de la política de subyugación por parte del régimen colonial y las actividades de los misioneros contra los antiguos curanderos y sacerdotes se perdieron varios de estos conocimientos, otros eran transmitidos clandestinamente. Forman la base de las prácticas de curaciones entre los zapotecas; por eso son verdaderamente dignos de atención (Thiemer-Sachse, 2000, p.206) .
Actualmente,en la comunidad se mantienen creencias y cuidados a los bebés que tienen que ver con rituales de protección específicos y con la atención a enfermedades como la tapada de calor, el empacho, el susto y la tristeza.
Cuando alguien se pone triste no quiere comer se pone flaco, la tristeza estar chipiloso (Entrevista, junio de 2022).
En este sentido, otra enfermedad vinculada al río y al trabajo con el agua en general fue el “susto”. Se puede enfermar de susto por encontrarse algún animal o por estar en presencia de algo sobrenatural, una sombra, un bulto, un ruido fuerte.
Anteriormente, se curaba el susto llevándolos al Río, según que el agua se llevaba el susto, mencionando el nombre de la persona (Cartas al agua, dinámica del taller participativo, 23 de junio de 2022.
Cuando esto sucede, una de las terapéuticas consiste en realizar limpias con ramos de diferentes hierbas, como el chamizo y el sauz y en algunos casos estas limpias se hacían frente al río.
Las creencias existen y los sustos, pero tienen cura. El susto con limpias, las personas que hacen ese tipo de limpias ya son pocas. Las limpias las hacen con ramos de pirul, ruda, huevos. Otros con copal, círculos con fuego... Cuando alguien se asusta con un bulto o se aparece algo el médico no es recomendable (Cartas al agua, dinámica del taller participativo, 23 de junio de 2022).
"Curandera" (Registro gráfico, LauEscol, 2022)
Junto con el declive del río y el desplazamiento de la lengua zapoteca muchas de estas prácticas de curación se han ido perdiendo, de ahí la importancia de reconocer el papel de la medicina tradicional como un derecho central en la vida de los pueblos originarios.
En el tiempo pasado se efectuaban curaciones con plantas como ruda, albahaca, perú, chamizo, rociándolas con alcohol, utilizando un bracerito con incienso pasando las plantas sobre el humo que producía el incienso para curarnos del susto (Cartas al agua, dinámica del taller participativo, 23 de junio de 2022).
Actualmente, la Organización Mundial de la Salud reconoce a la medicina tradicional en los siguientes términos y plantea como prioritario su reconocimiento, valoración, fomento y rescate:
La medicina tradicional tiene una larga historia. Es la suma total de los conocimientos, capacidades y prácticas basados en las teorías, creencias y experiencias propias de diferentes culturas, bien sean explicables o no, utilizadas para mantener la salud y prevenir, diagnosticar, mejorar o tratar enfermedades físicas y mentales (http://www.who.int/medicines/areas/traditional/definitions/en/).
Durante el siglo veinte, antes de este pleno reconocimiento, la medicina tradicional fue desplazándose como algo no importante o como creencias sin fundamento. Esto originó que saberes como los de la partería tradicional en la comunidad fueran casi totalmente extinguidos. Permanecen algunos saberes de cuidado prenatal, de postparto y lactancia, pero ya no hay ninguna partera que atienda en la comunidad, la última fue la señora Marga. Dentro de los cuidados de la llamada cuarentena estaba vinculada con el uso del temazcal donde de nuevo el uso del agua era un elemento central. El uso del temazcal tiene antecedentes precolombinos y su utilización sobrevivió cientos de años en los Valles Zapotecos (Thiemer-Sachse, 2000), hasta que en el siglo XX su utilización tradicional comenzó a mermar y hoy se encuentra casi extinta. En el temazcal:
La tierra, el fuego y el agua, como elementos de la naturaleza están presentes en un ambiente en el que el movimiento del vapor, la circulación interior del aire y la liberación de aromas completan el microcosmos básico junto al elemento vegetal representado en las plantas usadas que actúan como intermediarias entre el ser humano y la naturaleza (Aparicio Mena, 2006, p.9).
Otra práctica relacionada con la salud eran los baños de lodo y la aplicación de cataplasmas.
El campesino [iba al río] para el ganado, las mujeres iban a lavar, se iba a pedir al río, si te lastimabas hacías cataplasmas de barro para aliviar/colocar en el dolor (Entrevista, junio 2022).
Con este panorama de prácticas y saberes ligadas a las memorias del agua es posible identificar elementos que forman parte de una ética ambiental que mantiene aspectos de la cultura zapoteca del valle que es necesario fortalecer, reflexionar y compartir como aspectos claves para la conservación de lo que desde la antropología denominamos recursos bioculturales.
Es cultura tradicional de salud, en general, el modo de entender en los distintos pueblos la influencia del viento, de la humedad, de los conflictos sociales, de la alimentación, de la montaña, del río, de las historias narradas, etc., en la vida humana en relación con una realidad en equilibrio vista como realidad amplia y compuesta por la persona, la sociedad, lo natural, lo sobrenatural (definido en el mundo de creencias), las tradiciones y las normas. Es cultura tradicional de salud el desarrollo de modos de curar como por ejemplo la toma de té de guayaba para combatir la diarrea. Es cultura tradicional de salud el conjunto de ideas y acciones tendentes a salvaguardar la integridad de la comunidad y del grupo (Aparicio Mena, 2006, p.1)
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